Si decimos el secreto de la felicidad se podría sospechar que hablo de algo mágico o misterioso, pero no hay nada de eso. Es una cuestión muy natural, tanto que muchos no lo advierten.
Cuando damos un vistazo a la comunidad en general, ¿Cuántas personas verdaderamente felices encontramos? Tal vez, ninguna. Tal es el estado angustiado del mundo actual: todos viven con el riesgo del fracaso, desocupación, enfermedad, miseria, desarmonía, duda, desesperación, acorralados por las dificultades, como si habitasen en una prisión.
Creo que todo ser humano se pregunta algún día a sí mismo: “Si Dios creó al hombre ¿porqué lo hace sufrir tanto, en lugar de determinar que en el mundo predomine la felicidad?”, y se quedará con la incógnita sin despejar. Presumo que todos desean aclarar este interrogante y voy a dar una explicación sobre ello.
Entre lo que perdura, desde que apareció́ el primer hombre hasta la fecha, podemos considerar en principio, el Bien y el Mal. Esto es la verdad. El Bien y el Mal, que presentan caracteres opuestos, han mantenido su estado de fricción y conflicto entre sí, sin que se defina hasta la fecha el vencedor. Sin embargo, pensándolo bien, es asimismo una verdad que, gracias a este estado de lucha, se ha logrado el actual desarrollo de la civilización.
Sobre este aspecto muchos me han preguntado: “Si Dios es amor y piedad ¿cómo Él dejó que el hombre errase para después llevarlo al Juicio Final?” y algo más: “Si desde el comienzo no hubiese creado entes malvados, no habría necesidad de castigo ni del Juicio Final”. Esta pregunta es bastante lógica. En confianza, yo también pienso lo mismo.
Sin embargo, si estuviese en el lugar de Dios podría dar una explicación fácil, mas como soy también un ser creado, no puedo contestar como Él. De todos modos, no habría otra respuesta más que imaginar cuál sería el deseo del Creador.
Así́, dejemos por el momento tales conjeturas, pues lo que nos urge ante todo es hallar el origen de la felicidad y ponerlo en práctica.
¿Cómo podremos encontrarlo? Pues, practicando lo que insistimos en forma constante: haciendo feliz al prójimo, y es sólo esto. Para ello existe un método sumamente eficaz que he realizado con mucho éxito, y estoy escribiendo este capítulo con el deseo de darlo a conocer.
En otras palabras, consiste en practicar el mayor número posible de buenas acciones. Pensar de modo permanente en hacer algún bien, por ejemplo, en dar alegría a otras personas. Que la esposa estimule al marido a trabajar para el bienestar de la sociedad; que el marido la llene de dicha mostrándose gentil con ella e inspirándole confianza. Es natural que los padres amen a los hijos. Pero deben hacer algo más que esto; deben cuidar su futuro con la máxima inteligencia y eliminar toda actitud autoritaria en su trato con ellos, a fin de que guarden sincero respeto a sus progenitores y puedan estudiar y vivir con entusiasmo.
Que en la vida cotidiana suscitemos esperanza en el corazón de la gente que tratemos, teniendo como lema proceder con amor y gentileza en relación con los jefes y subalternos, así́ como seguir las normas de la honestidad.
Los políticos antepondrán la felicidad del pueblo a sus intereses, erigiéndose como ejemplos de buena conducta. Desde luego que el pueblo, por su parte, se esforzará en practicar el bien con toda su inteligencia y constante empeño. Podemos asegurar que serán más felices los que realicen mayor número de buenas acciones. Ya podemos imaginarnos qué transformación emprendería la nación y la sociedad entera, si todos practicaran solidariamente el bien. Es obvio que se convertiría en el primer país ideal, y que recibiría el respeto del mundo entero. Como consecuencia lógica, desaparecerían todos los odiosos problemas y surgiría el Paraíso Terrestre que predicamos, y así́ la felicidad del pueblo sería incalculable. Esto no podría fallar, pues sería como dar un martillazo en el suelo. (…)
Para no extenderme demasiado pienso terminar aquí́ el capítulo, pero tengo la certeza de que meditando sobre lo que he expuesto, comprenderán que no es tan difícil convertirse en una persona feliz.
1 de octubre de 1949
Tomado del Libro: Cimiento del Paraíso