En pocas palabras, se llama milagro a la realización de aquello que hallamos imposible, pero en verdad, nada sucede por casualidad. Quien piensa de forma diferente, está completamente engañado. Parece un tanto complicado; sin embargo, voy a mostrar por qué estoy haciendo esta afirmación.
La idea preconcebida de que determinado hecho nunca podrá suceder, ya constituye un error, pues toma en consideración solamente lo que se manifiesta en el exterior, o sea en las apariencias. Como hasta ahora el pensamiento de la mayoría de los hombres se basaba en conceptos materialistas, si a veces aparece un acontecimiento diferente, piensan que se trata de un milagro. Por ejemplo, una criatura cae de un peñasco y no sufre nada; un auto colisiona con una bicicleta y no hay heridos ni perjuicios; una persona se atrasa y pierde un tren que después descarrila y colisiona con otro, y se salva; un ladrón que estaba entrando en una casa, huye en cuanto se le transmite Johrei; alguien recupera lo que le fue robado; un incendio que se propagaba sin control, de pronto se desvía debido al repentino cambio de dirección del viento por la transmisión del Johrei.
Con los fieles de esta iglesia ocurren de manera constante grandes y pequeños milagros; éstos son hechos fuera de lo común. Y ¿por qué motivo suceden? ¿Dónde está la causa? Creo que todos quieren saberlo.
Está claro que la verdadera razón del milagro está en el Mundo Espiritual. Sin embargo, hay milagros como consecuencia de la fuerza personal de cada uno y los derivados de la energía de terceros. Inicialmente hablaré sobre el primer tipo.
El hombre tiene un aura, que es como si fuese la vestimenta del espíritu. Tiene la forma del cuerpo, el cual aparece cubierto por una especie de neblina blanca, y no es visible a las personas de sensibilidad común. Su espesor es variable y eso se debe al grado de pureza del espíritu; cuanto más puro fuera, más grande es el aura. En las personas comunes, varía de tres a seis centímetros; la de los virtuosos tiene de sesenta a noventa centímetros; en los salvadores de la humanidad, es infinita. Por el contrario, si el cuerpo y el espíritu son impuros, el aura es delgada y tenue.
En caso de que ocurriera un desastre, por ejemplo, en la hora exacta en que un vehículo –que también posee espíritu– va a atropellar a una persona, no logrará alcanzarla si fuera alguien de aura grande. Ella se salva porque es alejada hacia un costado. O si cayera de un lugar alto, aun yendo al encuentro del espíritu de la tierra o de una piedra, no se lesiona, sino que sólo sufre un golpe leve.
Las casas también poseen espíritu, de modo que, si el jefe es virtuoso, el aura de la casa será grande; en caso de incendio, el espíritu del fuego no la alcanza pues es atajado por el aura. Por eso, en ocasión del gran incendio de Atami, la sede provisional de esta iglesia fue milagrosamente salvada. Si ocurriera lo contrario –lo que es difícil– es porque hay necesidad de quemar impurezas; por consiguiente, el hecho obedece al Plan de Dios.
A continuación, veamos los milagros como consecuencia de la fuerza de terceros. El hombre tiene tres espíritus: el primario, el guardián y el secundario. Me abstengo de dar mayores explicaciones sobre la relación existente entre ellos, pues ya hablé sobre eso en otras oportunidades. Volviendo a nuestro tema, el espíritu guardián es escogido entre los antepasados; él salva a su protegido en el caso de un peligro, o le hace avisos importantes con los sueños. Cuando se trata de una persona que tiene misiones especiales, hay casos en que una divinidad viene en su socorro (en general, es el protector del lugar donde nació la persona). Por ejemplo, si un tren está pronto a colisionar con otro, como esa divinidad tiene conocimiento de ese suceso, puede hacer parar el espíritu del tren instantáneamente. Aunque esté ocurriendo a millares de kilómetros, ella llega a ese lugar con una rapidez extraordinaria.
Como vemos, el milagro no sobreviene en absoluto por coincidencia o por casualidad: siempre hay una razón. Si se comprendiera eso, verían que no tiene nada de sobrenatural. Para mí, lo natural es que haya milagros; si no los hubiera, lo encontraría extraño. A veces, cuando estoy frente a un problema difícil cuya resolución se está demorando, comienzo a esperar que de modo repentino acontezca un milagro y, como por lo general ocurre, se supera ese escollo. Esto es muy frecuente. Creo que los que tienen fe profunda y acumularon virtudes, ya pasaron por muchas experiencias en ese sentido. Por lo tanto, si el hombre piensa y practica el Bien, suma virtudes y hace esfuerzos para volver más grande su aura, jamás le sucederán desastres inesperados.
Podemos percibir en nuestro contacto con las personas, que cuanto más espesa es el aura, más calor sentiremos, surgiendo de ese encuentro grandes afectos. Estos seres siempre cautivan a los demás, ya que muchos se reúnen a su alrededor y así, ellos tienen éxito y progreso en el trabajo.
6 de junio de 1951