Anteriormente escribí objetivamente un artículo titulado «Cómo me veo a mí mismo», pero esta vez, sin embargo, trataré de describir subjetivamente, tal como es, mi estado de ánimo.
Actualmente, no existe una persona tan feliz como yo y por eso mi gratitud a Dios es constante y profunda. ¿Pero cuál será la causa de mi felicidad?
Todos los miembros saben que no soy una persona común, especialmente porque Dios me ha asignado una gran misión, la cual me esfuerzo día y noche para cumplir y, a través de ella, un incontable número de personas están siendo salvadas. Sin embargo, el secreto de la felicidad es algo que puede ser fácilmente practicado por cualquier persona, aunque no tenga una misión especial como la mía.
Intentaré entonces escribir al respecto, deseando, en primer lugar, exponer aquello que llevo siempre en mi corazón.
Desde joven, me gusta alegrar a los demás, hasta el punto de que esto se convierte casi en un «hobby» para mí. Siempre me pregunto qué debo hacer para hacer feliz a la gente. Así, al despertar, mi primera preocupación es saber el estado de ánimo de mis familiares y si hay una sola persona malhumorada, ya no me siento bien. Esto es lo contrario de lo que sucede en la sociedad, donde generalmente todos buscan saber cómo está el estado de ánimo del jefe de la casa. En mi caso, hago lo contrario, lo que me hace sentir extraño e incluso un poco triste. Para mí, no hay nada más difícil que escuchar gritos de ira, insultos, quejas, rabietas y escuchar el mismo tema una y otra vez. Soy siempre pacífico, alegre y aborrezco el apego. Esta es mi naturaleza.
El resultado de lo que acabo de exponer es uno de los factores que originan mi felicidad y por esa razón, siempre afirmo: «No podremos ser felices si no hacemos la felicidad del prójimo.»
Creo que mi mayor objetivo, el Paraíso Terrestre, se cumplirá cuando mi estado de ánimo encuentre resonancia y expansión en el corazón de todos los hombres. Me siento avergonzado porque este artículo parece un autoelogio, pero estaré satisfecho si trae algún beneficio a los lectores.
30 de enero de 1940
Tomado del Libro: Cimiento del Paraíso